CUANDO EUROPA ANIMA SUS SUEÑOS (1)
«Contra toda opinión, no son los pintores sino los espectadores quienes hacen los cuadros». Este pensamiento de Marcel Duchamp bien se puede aplicar al campo cinematográfico si no fuera por una contrariedad: la de un público, como el del viejo continente, que recibe mayormente producciones americanas, eclipsando en muchas ocasiones los trabajos autóctonos, como ha sucedido en Europa durante décadas y no sólo dentro del campo de la animación. El estreno en estos días de tres filmes (la española Olentzero y el tronco mágico de Juanjo Elordi -continuación de Anje, La leyenda del Pirineo, del mismo director y realizada en 2002- y las francesas La profecía de las ranas de Jacques-Remy Girard y Kirikú y las bestias salvajes de Michel Ocelot y Benédicte Galup, segunda entrega de las aventuras del niño africano iniciadas en Kirikú y la bruja también firmada por Ocelot en 1998), vuelve a resaltar la calidad de la producción de cine de animación europeo, aunque en muchas ocasiones haya tenido que recurrir a coproducciones con majors como la Aardman de Nick Park con DreamWorks, por ejemplo.
De hecho la animación nace casi con el propio cine. Sólo por citar algunas muestras, será el francés Émile Cohl quien realice en 1908 Fantasmagorie, considerado por muchos, la primera película de dibujos animados. Tempranamente en Rusia, en los años diez, empezará a trabajar otro de los grandes de la animación: Ladislaw Starewicz uno de los pioneros de las stop motion (animación de marionetas).
A la Vanguadia
En los años veinte, la alemana Lotte Reininger elaborará un largometraje con sombras chinescas Las aventuras del Príncipe Achmed (1926), a la vez que artistas de la vanguardia como Hans Richter, Walter Ruttmann, Viking Eggeling y Oskar Fischinger crean animaciones experimentales abstractas. En la década de los treinta, surgen prestigiosos creadores como Alexandre Alexeieff director del ya clásico Une nuit sur le mont chauve (1932) y autor de los créditos de El proceso de Orson Welles. A mismo tiempo Berthold Bartosch realiza L’idée (1932), el soviético Ivan Ivanov-Vano impulsa la animación en su país o Len Lye, artista neozelandés, marca un hito en la animación británica: Colour box (1935) un film pintado directamente sobre celuloide, técnica que luego desarrollará magistralmente Norman McLaren. Igualmente destaca el largometraje inglés Rebelión en la granja (1940) del matrimonio John Halas y Joy Batchelor y las célebres producciones a partir de la postguerra en los países del Este, entre los que se encuentran los checos Jiri Trnka o Karel Zeman, que dejará obras maestras como Un invento diabólico (1958) o El barón fantástico (1961), en las que mezcla animación con personajes reales; la Zagreb Films con Dusan Vukotic a la cabeza o el maestro polaco Jan Lenica autor, entre otras, de Ubu rey (1979).
Submarinos y plastilina
En el último tercio del siglo XX, surgirán largometrajes de notable calidad: en Inglaterra, la mítica El submarino amarillo (George Dunning, 1968) con los Beatles en versión dibujo animado, Cuando el viento sopla (1986) de Jimmy T. Murakami sobre los efectos de una guerra nuclear en una pareja de ancianos o la divertida Chicken run. Evasión en la granja (2000) del citado Nick Park, animador que recientemente ha estrenado Wallace & Gromitt: la maldición de las verduras (2005) retomando sus propios personajes de plastilina a los que había dado vida en diversos cortometrajes. Asimismo destacan, entre otros, el checo Jan Svankmajer uno de los cineastas contemporáneos mas insólitos, el polaco Zbigniew Rybczynski, el holandés Paul Driessen, el belga Raoul Servais, los españoles Cruz Delgado y José Luis Moro o el italiano Bruno Bozzetto creador de clásicos como Vip mio fratello superuomo (1968) o Allegro non troppo (1976). Francia tendrá en Paul Grimault, autor de El rey y el pájaro (1980) a una de sus grandes figuras, así como a René Laloux, ilustre animador que se rodeará de prestigiosos dibujantes: con Roland Topor para la emblemática Planeta salvaje (1973) premiada en Cannes o Moebius con quien concebirá Los amos del tiempo (1981). Otras interesantes experiencias han sido Chronopolis (Piotr Kamler, 1982) y recientemente la excelente y original Bienvenidos a Belleville (2003) de Sylvain Chomet.
En España
Será a finales de los ochenta cuando reviva, no sin dificultades, la producción de filmes de animación en nuestro país, consolidándose paulatinamente en este último lustro. Ejemplos son Peraustrinia 2004 (Ángel García, 1989), El Cid. La leyenda (José Pozo, 2003) o Los Reyes Magos (Antonio Navarro, 2003); y nombres como Pablo Llorens que con cortos de la talla de Gastropotens (1990), Caracol col col (1995) o el largometraje Juego de niños (1998) revitaliza la animación en plastilina. Por otro lado, dos puntos geográficos sobresalen por su producción: el País Vasco con títulos, por mencionar algunos, como Megasónicos (González de la Fuente y Martínez Montes, 1997), Ahmed príncipe de la Alambra (Juanba Berasategi, 1998), El ladrón de sueños (Ángel Alonso, 2000), La isla del cangrejo (Josean Muñoz y Xabi Basterretxea, 2000), o las nombradas al principio de Juanjo Elordi . El otro sitio es Galicia, en concreto la productora Dygra, que hasta la fecha ha estrenado, bajo la dirección de Manolo Gómez y Ángel de La Cruz, los exitosos filmes El bosque animado (2001), basada en la novela de Wenceslao Fernández Flórez y El sueño de una noche de San Juan (2005) adaptación de la obra de Shakespeare El sueño de una noche de verano.
Porque como manifestó Ionesco: «La libertad de la fantasía no es ninguna huida a la irrealidad; es creación y osadía»
CARLOS TEJEDA
(1) Artículo publicado en el suplemento cultural ABCD DE LAS ARTES Y LAS LETRAS del diario ABC, nº 726, semana del 31 de diciembre 2005 al 6 de enero de 2006, pp. 50-51.